Mi primer post oficial lo tenía que empezar con el recuerdo más
fresco y feliz de mi último viaje. Una ruta más por recorrer, una nueva
incertidumbre placentera y sobre todo una nueva oportunidad de sentirme
ciudadano del mundo.
Uruguay es uno de los países más pequeños de Sudamérica, con
cerca de 4 millones de habitantes y una de las economías más estables del último
tiempo en la región sur. El país se ha vuelto de moda en los debates mundiales desde
las políticas progresistas impulsadas por Mujica, que han abierto las
mentalidades por esta parte del continente.
Yo quería conocer ese Uruguay, el de Pepe Mujica. Conocer la
gente y poder tomar un mate sentado en alguna playa o mirando el Río de la
Plata. Necesitaba volver a viajar después de seis meses de trabajo y rutinas. La fecha de viaje calzaba justo con los días previos
a las elecciones presidenciales, por tanto las cosas socialmente estarían interesantes.
Pero mi meta máxima del viaje, era estar
en la temporada alta de Noctilucas en las playas. Una mezcla entre plancton y
otras especies biofluorescentes que brillan en la playas de noche.
Mi viaje lo había empezado en
Buenos Aires. Para llegar al Uruguay tenía de opciones ir en bus (pero era una
ruta muy larga), ir de hitchhiker (pero
no me alcanzaba el tiempo y era más largo) o ir de barco (la ruta más corta). Yo elegí la manera más poética… en barco.
Desde Puerto Madero se puede cruzar el Rio de la Plata
directamente hasta Colonia del Sacramento o Montevideo en viajes muy cortos. Las fronteras se diluyen
en las turbias aguas platenses. Argentina y Uruguay se encuentran totalmente
hermanados hasta en compartir las sillas de las aduanas del puerto. Un timbre más
en el pasaporte. Uno de salida de un país y otro de entrada en el otro en menos
de un minuto ¡Qué maravilla las fronteras políticas!
Esta vez mi primera parada fue Colonia del Sacramento.
Aunque ya había estado en Uruguay hacía algunos años atrás, debo confesar que
no pude conocer nada auténticamente del país. Fui de paso y con ojos de turista,
era joven e inexperto en el arte de viajar. Con los años he aprendido a ver con
otros ojos, pero sigo siendo un inexperto.
Colonia del Sacramento es un hermoso oasis en la modernidad.
Calles llenas de historia y azulejos portugueses. El ritmo de vida de la ciudad
transcurre distinto, las personas todavía se saludan en la calle, te sonríen y
los autos andan lentos. Me hacía sentido la canción de John Lennon “life is what happens to you while you're
busy making other plans”, pero porque
la vida en Colonia se vive, se disfruta, se camina por las callecitas y se
comparten mates comunitarios. Que bellos y rojos atardeceres ofrece el Rio de
la Plata.
Después de tres días en Colonia tomando vinos blancos Tannat,
era hora de partir en busca de las Noctilucas y su brillo. La próxima parada
sería Punta del Diablo, pero antes pasaría por Montevideo. Mi viaje lo había empezado
solo, pero el destino me había dado una compañera de viajes. Todo es mejor
cuando se tiene buena compañía.
Las playas de Uruguay están llenas de vida, de cosas para
hacer y de lugares para sentarse a mirar el infinito Atlántico, respirar y
pensar. Se pueden encontrar balnearios en donde la vida no para de ser rápida, llena
de fiestas y turistas como Punta del Este. Se pueden encontrar playas
desiertas, pueblos de pescadores o playas sin luz como Cabo Polonio. Nadie puede
quejarse que no existe diversidad de ambientes y para todos los gustos.
Había decido hacer parada en Punta del Diablo por algunos
días. Es un pequeño pueblo que durante el año descansa para preparase para el
verano y la avalancha de turistas de Argentina y Brasil. Estaba en temporada
baja y podría disfrutar de las playas y su sonido.
Los días de playa y pelo tieso por el agua salada son un
placer. La piel dorada, las conversaciones con vinos y mate. Los problemas del
mundo no existen y el mar es cómplice de encuentros y conversaciones furtivas. Aunque el color del mar uruguayo no es azul
ni cristalino, es que la buena vibra del entorno lo compensa. Cada playa está
llena de surfers, gente vendiendo artesanías y comida del mar. Empanadas de
mariscos y pescados no pueden faltar.
Después de semanas de playa, finalmente pude ver las
Noctilucas. Las pude ver después de buscarlas mucho. Y fue en una de las playas
en las que anduve. Fue la noche más mágica de mi vida. Es difícil describir con
palabras todas las sensaciones físicas y espirituales que eso significó. Porque
fue una noche brillante, redonda, con luciérnagas como estrellas y el mar
rabioso de color azul fosforescente. La felicidad resumida en una sola noche.
Me encontré desnudo en una playa desierta, iluminado por colores y el corazón latiendo
a mil revoluciones por minuto. Me gustaría contar donde pasó, en que playa las
encontré, pero perdería la magia. Y por lo demás esa es tarea de cada nuevo
viajero. La inquietud de conocer lo que no está escrito y llegar por azar y destino.
Con esto, intento no hacer de lugares especiales y mágicos un destino turístico
más que se banalice y pierda el encanto. Aún cuando yo andaba de turista, es
una dualidad que se resuelve viajando.
No quería irme de Uruguay. La gente más amable del cono sur
la encontré por esas tierras. Definitivamente es lugar en quisiera vivir por un
tiempo.Pero los tiempos relativos de viaje ahora me jugaban la pasada de hacer mis días tan cortos como minutos.
Pero de viaje uno debe aprender a dejar ir, a soltar y seguir de paso. Finalmente“uno solo conserva lo que no amarra” (Jorge Drexler)