viernes, 26 de diciembre de 2014

Uruguay… “el hombre es libre cuando hace lo que le gusta”


Mi primer post oficial lo tenía que empezar con el recuerdo más fresco y feliz de mi último viaje. Una ruta más por recorrer, una nueva incertidumbre placentera y sobre todo una nueva oportunidad de sentirme ciudadano del mundo.

Uruguay es uno de los países más pequeños de Sudamérica, con cerca de 4 millones de habitantes y una de las economías más estables del último tiempo en la región sur. El país se ha vuelto de moda en los debates mundiales desde las políticas progresistas impulsadas por Mujica, que han abierto las mentalidades por esta parte del continente.  


Yo quería conocer ese Uruguay, el de Pepe Mujica. Conocer la gente y poder tomar un mate sentado en alguna playa o mirando el Río de la Plata. Necesitaba volver a viajar después de seis meses de trabajo y rutinas.  La fecha de viaje calzaba justo con los días previos a las elecciones presidenciales, por tanto las cosas socialmente estarían interesantes.  Pero mi meta máxima del viaje, era estar en la temporada alta de Noctilucas en las playas. Una mezcla entre plancton y otras especies biofluorescentes que brillan en la playas de noche. 



Mi viaje lo había empezado en Buenos Aires. Para llegar al Uruguay tenía de opciones ir en bus (pero era una ruta muy larga), ir de hitchhiker (pero no me alcanzaba el tiempo y era más largo) o ir de barco (la ruta más corta).  Yo elegí la manera más poética… en barco. 

Desde Puerto Madero se puede cruzar el Rio de la Plata directamente hasta Colonia del Sacramento o Montevideo  en viajes muy cortos. Las fronteras se diluyen en las turbias aguas platenses. Argentina y Uruguay se encuentran totalmente hermanados hasta en compartir las sillas de las aduanas del puerto. Un timbre más en el pasaporte. Uno de salida de un país y otro de entrada en el otro en menos de un minuto ¡Qué maravilla las fronteras políticas!

Esta vez mi primera parada fue Colonia del Sacramento. Aunque ya había estado en Uruguay hacía algunos años atrás, debo confesar que no pude conocer nada auténticamente del país. Fui de paso y con ojos de turista, era joven e inexperto en el arte de viajar. Con los años he aprendido a ver con otros ojos, pero sigo siendo un inexperto.

Colonia del Sacramento es un hermoso oasis en la modernidad. Calles llenas de historia y azulejos portugueses. El ritmo de vida de la ciudad transcurre distinto, las personas todavía se saludan en la calle, te sonríen y los autos andan lentos. Me hacía sentido la canción de John Lennon “life is what happens to you while you're busy making other plans”, pero porque la vida en Colonia se vive, se disfruta, se camina por las callecitas y se comparten mates comunitarios. Que bellos y rojos atardeceres ofrece el Rio de la Plata.

Después de tres días en Colonia tomando vinos blancos Tannat, era hora de partir en busca de las Noctilucas y su brillo. La próxima parada sería Punta del Diablo, pero antes pasaría por Montevideo. Mi viaje lo había empezado solo, pero el destino me había dado una compañera de viajes. Todo es mejor cuando se tiene buena compañía. 


Las playas de Uruguay están llenas de vida, de cosas para hacer y de lugares para sentarse a mirar el infinito Atlántico, respirar y pensar. Se pueden encontrar balnearios en donde la vida no para de ser rápida, llena de fiestas y turistas como Punta del Este. Se pueden encontrar playas desiertas, pueblos de pescadores o playas sin luz como Cabo Polonio. Nadie puede quejarse que no existe diversidad de ambientes y para todos los gustos.

Había decido hacer parada en Punta del Diablo por algunos días. Es un pequeño pueblo que durante el año descansa para preparase para el verano y la avalancha de turistas de Argentina y Brasil. Estaba en temporada baja y podría disfrutar de las playas y su sonido.  

Los días de playa y pelo tieso por el agua salada son un placer. La piel dorada, las conversaciones con vinos y mate. Los problemas del mundo no existen y el mar es cómplice de encuentros y conversaciones furtivas.  Aunque el color del mar uruguayo no es azul ni cristalino, es que la buena vibra del entorno lo compensa. Cada playa está llena de surfers, gente vendiendo artesanías y comida del mar. Empanadas de mariscos y pescados no pueden faltar.

Después de semanas de playa, finalmente pude ver las Noctilucas. Las pude ver después de buscarlas mucho. Y fue en una de las playas en las que anduve. Fue la noche más mágica de mi vida. Es difícil describir con palabras todas las sensaciones físicas y espirituales que eso significó. Porque fue una noche brillante, redonda, con luciérnagas como estrellas y el mar rabioso de color azul fosforescente. La felicidad resumida en una sola noche. Me encontré desnudo en una playa desierta, iluminado por colores y el corazón latiendo a mil revoluciones por minuto. Me gustaría contar donde pasó, en que playa las encontré, pero perdería la magia. Y por lo demás esa es tarea de cada nuevo viajero. La inquietud de conocer lo que no está escrito y llegar por azar y destino. Con esto, intento no hacer de lugares especiales y mágicos un destino turístico más que se banalice y pierda el encanto.  Aún cuando yo andaba de turista, es una dualidad que se resuelve viajando.

No quería irme de Uruguay. La gente más amable del cono sur la encontré por esas tierras. Definitivamente es lugar en quisiera vivir por un tiempo.Pero los tiempos relativos de viaje ahora me jugaban la pasada de hacer mis días tan cortos como minutos. 

Pero de viaje uno debe aprender a dejar ir, a soltar y seguir de paso. Finalmente“uno solo conserva lo que no amarra” (Jorge Drexler) 

lunes, 1 de diciembre de 2014

Viajar por viajar...

Mucha gente me pregunta el porqué viajo. Y yo les respondo con una sonrisa, que viajo por viajar. Pero me miran con cara de duda y desconfianza ¿viajar por viajar?... y yo les vuelvo a sonreír asintiendo.

Es que, viajar por viajar engloba mucho más que el concepto y palabra enunciada. Pues no se trata únicamente de desplazarse desde un punto A para llegar a otro punto B o C. El concepto es más complejo, porque en la medida que uno sale a lo desconocido e incierto, es cuando más se puede conocer el yo interior. Y es al mismo tiempo, en esos momentos cuando se ganan certezas sobre las distintas realidades y mundos mentales que nos rodean.

Pero, honestamente es difícil explicar el motivo e importancia del viajar por viajar a personas que todavía no han hecho un viaje. Aunque antropológicamente, las ganas de andar sean inherentes a nuestra naturaleza, se han dejado de lado por las comodidades de la modernidad. Quizás leyendo esto se reactive esa parte instintiva de exploración, quizás se motiven los indecisos(as), o quizás no…pero tenía que escribirlas.

Viajar por viajar, visto en teoría es un hecho abstracto y vacio de significado. Parece algo innecesario y hasta hedonista, y es sin duda todo lo contrario. El viajar por viajar cobra sentido con la experiencia, con el hecho de hacerlo, con darse cuenta que la vida no sólo se debe medir como una carrera de egos, por las libertades y restricciones del dinero y sobre todo, por el paralizante miedo a lo desconocido. Es que si no fuera por los viajes la tierra todavía seguiría siendo plana y el mundo se perdería el sabor del chocolate.

Viajar por viajar, en mi historia de adulto es ponerme a prueba en situaciones en las que no tengo control ni mayor información. He querido aprender a tomar decisiones rápidas, claras y en lo posible asertivas en distintas situaciones y lugares. Y la mejor manera es saliendo de la realidad inmediata y conocida, o sea, viajando.


Con los años he podido conocer muchos países, ciudades y lugares. He conocido gente increíble, amores intensos y experiencias fantásticas. Viajando se puede ver que el mundo está ahí, disponible para quien lo busca. Con el tiempo se asume una ciudadanía mundial. Un privilegio de ser parte de ningún lado específico y al mismo tiempo de todas partes. Las fronteras y nacionalidades se diluyen en amistades y compartiendo unos tragos de cerveza.

La vida es un viaje, a veces algo accidentada. Otras veces con largas esperas y mareos. Y en otras ocasiones, muy corta e intensa. En esencia todos somos potenciales viajeros. Solo necesitamos un empujoncito para hacer algo distinto. Un día hacer un click a la rutina y mirar el cielo y preguntarse al ver un avión pasar ¿adónde irá? ¿Qué motivó a esa gente a tomar ese vuelo? ¿Qué sueños tendrán?

A mí una vez me pasó que salí de casa y volví siendo otro. El resto es historia…

Reflexiones iniciáticas

Decía el escritor mexicano José Revueltas, “Estoy escribiendo y esa es mi manera de llorar”. Hace dos semanas volví de mi último viaje, y también escribiendo sería mi manera de llorar…pero por haber tenido que volver a casa.

Pero que difícil se hace empezar a escribir sobre viajes cuando se ha dejado la ruta. Se espera por un mágico momento de inspiración epifánica, en que todas las vivencias se acomoden y decanten, pero eso no pasa. Es difícil empezar a escribir cuando se han acumulado mil historias y no se sabe por cuál de ellas empezar. Después de años y kilómetros andados, hoy me dispuse a entablar dialogo.