La ciudad estaba en pausa y con neblina. Y yo,estaba solo. Caminé por Copacabana en dirección contraria el imponente Pão Açúcar, que las nubes lo cubrían como una caricia. Caminaba por la playa y mis pies dejaban huella de mi paso por Brasil. Todo era un estimulo visual y con los ojos hacia fotografía de lo visto. Andaba solo, después de un tiempo sin pausas, ahora estaba solo. Y como andaba solo, caminé hasta donde el diseño del camino playero cambió de forma… Y ya estaba pisando las costas de Ipanema ¡Ah! ¡Ipanema! Cuantas veces me imaginé ese momento. Hice un salud mental conmigo mismo y la caipiriña que llevaba en la mano.
Ahí estaba, solo yo y mis circunstancias. Mis pasos se me adelantaban a mis pensamientos, como si ya conocieran el camino. Caminaba solo y conocía gente con una sonrisa. Y llegué a la Calle Vinicius de Moraes… ya daba mi viaje por pagado. Y caminé sin pensar que seguía solo de compañía. Porque sin pensar en nada, el mundo y mis circunstancias me hablaban y me llevaban a un encuentro mágico y casual. Porque de pronto ya no estaba solo, y me encontré conversando con un viejo amigo de Vinicius y Tom Jobin. Mis pasos me habían llevado hasta allí. Y les pude hacer caso…porque estaba solo.
Andaba con aires de solitario. El día pasaba en otro tiempo no numérico y yo volvía a caminar solo. Pero ahí estaba, la mítica Rua Nascimento Silva #107. Si, ahí mismo, donde se hicieron tantas obras de arte convertidas en canciones. Pero, estaba solo y nadie podía ver lo que veía. Rio de Janeiro, me hablaba al oído y me invitaba a seguir caminos.
La gente, que importante es la gente cuando uno está solo. Hacía conversación con muchas personas de la calle. Pero estaba solo, y lo estaba por convicción. Y seguí caminando hasta mojar mis pies en Leblon. Mis pies con arena y agua de mar. Mi cuerpo bronceado y yo solo mojándome en el Atlántico. Que bella y necesaria soledad. Miraba el cielo y el cielo me miraba a mí bañándome solo en la playa…era uno más entre las demás personas, era donde debía estar.
Estaba solo en soledad y solitud. Pero tenía música y palabras en mi cabeza, sólo que eran solo para mí…porque yo, andaba solo. Entonces el sol se empezó a esconder, y las piedras de Arpoador se llenaban de personas a mirar los colores del atardecer. Yo seguía estando solo e intercambiando sonrisas con la gente, con las garotas de Ipanema y con los vendedores de cocos verdes. Ya hacia frio al caminar y mis piernas me pedían una pausa. Miré al cielo, las nubes también se estaban moviendo como yo. Y pude ver al Cristo Redentor, que por ese día descansó un poco…jugando a las escondidas con la neblina.
Rio de Janeiro se habia despedido del sol, la noche se llenaba de vida y la ciudad en pausa despertaba. Era todo un espectáculo…y justo hoy estuve solo.
Ahí estaba, solo yo y mis circunstancias. Mis pasos se me adelantaban a mis pensamientos, como si ya conocieran el camino. Caminaba solo y conocía gente con una sonrisa. Y llegué a la Calle Vinicius de Moraes… ya daba mi viaje por pagado. Y caminé sin pensar que seguía solo de compañía. Porque sin pensar en nada, el mundo y mis circunstancias me hablaban y me llevaban a un encuentro mágico y casual. Porque de pronto ya no estaba solo, y me encontré conversando con un viejo amigo de Vinicius y Tom Jobin. Mis pasos me habían llevado hasta allí. Y les pude hacer caso…porque estaba solo.
Andaba con aires de solitario. El día pasaba en otro tiempo no numérico y yo volvía a caminar solo. Pero ahí estaba, la mítica Rua Nascimento Silva #107. Si, ahí mismo, donde se hicieron tantas obras de arte convertidas en canciones. Pero, estaba solo y nadie podía ver lo que veía. Rio de Janeiro, me hablaba al oído y me invitaba a seguir caminos.
La gente, que importante es la gente cuando uno está solo. Hacía conversación con muchas personas de la calle. Pero estaba solo, y lo estaba por convicción. Y seguí caminando hasta mojar mis pies en Leblon. Mis pies con arena y agua de mar. Mi cuerpo bronceado y yo solo mojándome en el Atlántico. Que bella y necesaria soledad. Miraba el cielo y el cielo me miraba a mí bañándome solo en la playa…era uno más entre las demás personas, era donde debía estar.
Estaba solo en soledad y solitud. Pero tenía música y palabras en mi cabeza, sólo que eran solo para mí…porque yo, andaba solo. Entonces el sol se empezó a esconder, y las piedras de Arpoador se llenaban de personas a mirar los colores del atardecer. Yo seguía estando solo e intercambiando sonrisas con la gente, con las garotas de Ipanema y con los vendedores de cocos verdes. Ya hacia frio al caminar y mis piernas me pedían una pausa. Miré al cielo, las nubes también se estaban moviendo como yo. Y pude ver al Cristo Redentor, que por ese día descansó un poco…jugando a las escondidas con la neblina.
Rio de Janeiro se habia despedido del sol, la noche se llenaba de vida y la ciudad en pausa despertaba. Era todo un espectáculo…y justo hoy estuve solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario